Aunque es raro, hay alimentos que cambian su perfil nutricional a medida que maduran. Un ejemplo es el plátano, que sufre esta alteración debido a las enzimas que descomponen el almidón.
La evidencia de este proceso se encuentra en el sabor: cuando el plátano presenta manchas negras o un color oscuro, significa que es más rico en azúcar (glucosa), a diferencia de cuando es verde, que es menos dulce.
Sin embargo, cuanto más verde es el plátano, más rico es en almidón, que no se digiere en el intestino delgado. Por lo tanto, a menudo se clasifica como fibra dietética. Los plátanos verdes mejoran la digestión y regulan el azúcar en la sangre.
Sin embargo, un estudio reciente de la Universidad de Teikyo (Japón) demostró que los plátanos maduros secretan una sustancia llamada TNF (Tumor Necrosis Factor) , una citocina que contrarresta el crecimiento de las células cancerosas.
Ya sean verdes o maduros, la clave para disfrutar de los beneficios de los plátanos también es el momento en que se comen. Lo ideal es comerlas a media mañana o primeras horas de la tarde.
Si comes demasiado tarde en la noche, tu cuerpo no tendrá suficiente tiempo para quemar calorías y absorber carbohidratos.
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